🧨 SAPocalypsis Now — Episodio 7

El Eco del Buffer

Eran las 18:10 de un miércoles, esa hora en la que la oficina parece quedar suspendida entre el trabajo y la calma.

Las luces del techo parpadeaban débilmente y el aire acondicionado lanzaba un suspiro cansado cada pocos minutos.

La mayoría del equipo ya se había marchado, dejando tras de sí tazas vacías y monitores apagados.

Solo quedaban un par de pantallas encendidas en la esquina del área técnica, donde el sonido de los ventiladores del rack llenaba el silencio con su zumbido constante, casi hipnótico.

Allí estaba Clara, consultora Basis, con el gesto concentrado y la mirada fija en el Solution Manager.

Llevaba toda la tarde revisando reportes de rendimiento, más por intuición que por obligación.

Sabía que cuando el sistema “respiraba raro”, era porque algo se estaba gestando.

Las gráficas del día mostraban un patrón inquietante:

Picos repentinos en los tiempos de respuesta, breves, irregulares, como si el sistema tuviera ataques de tos digitales.

Nada fuera de control… pero sí lo suficiente para que su instinto se encendiera.

“Esto no es normal…” murmuró, haciendo clic en una de las curvas para ampliar la vista.

No había dumps, ni alertas rojas, ni mensajes del monitoreo automático.
Solo un comportamiento errático, casi imperceptible, pero constante.

En paralelo, el equipo de ABAP había estado quejándose durante los últimos días.
Los usuarios hablaban de pantallas lentas, transacciones que se quedaban pensando, y reportes que tardaban más de lo habitual. Nada crítico, pero el tipo de ruido que precede a los problemas serios.

El responsable técnico, antes de irse, había dejado caer en el chat general del proyecto:

—¿Basis ha tocado algo últimamente?

Clara lo leyó sin responder.
Esa frase era un clásico.
Cuando algo fallaba, el dedo siempre señalaba al equipo Basis.
Suspiró, giró su silla, y decidió comprobarlo por sí misma.

Abrió ST02, la transacción de los buffers.
Miró los valores uno a uno, como quien revisa signos vitales.
Y allí lo vio:
demasiados swaps, demasiadas lecturas desde disco, un buffer que trabajaba de más.

Era como un corazón corriendo una maratón sin motivo aparente.

“Qué raro…” pensó, ajustándose las gafas.
Todo parecía dentro del rango, pero algo no cuadraba.
Un exceso de actividad en el buffer podía provocar lentitud, accesos innecesarios y un sistema inestable.
No era grave todavía, pero tampoco algo que quisiera dejar pasar.

Abrió el perfil de instancia.
Un par de parámetros la miraban desde la pantalla, casi pidiendo ser optimizados.
Nada fuera de lo normal, nada peligroso.
Solo una pequeña mejora que, en teoría, haría que el sistema respirara mejor.

—“Mejor hacerlo ahora que mañana”, pensó. “Cinco minutos y me voy tranquila.”

Guardó los cambios, los aplicó al vuelo, y reinició una de las instancias secundarias.
Era un procedimiento rutinario: controlado, medido, sin riesgo real.
Todo dentro del protocolo, todo documentado.

Mientras las luces del servidor parpadeaban durante el reinicio, Clara se quedó observando las barras de progreso.
Un reflejo verde iluminó su rostro.
El silencio del rack parecía más profundo que nunca.

A las 18:45, el sistema volvió en línea.
Todo se veía estable.
Los tiempos de respuesta descendieron ligeramente, como si el sistema exhalara un suspiro de alivio.

Cerró el portátil, se echó el abrigo sobre los hombros y sonrió con satisfacción.
Otro día cerrado, otro ajuste más marcado en su libreta mental.

Sin saber que, a la mañana siguiente, ese pequeño cambio despertaría ecos en todo el sistema…

Ecos que nadie podría ignorar.

🧩 El día siguiente

El jueves amaneció con el sol colándose entre las persianas de la oficina, y el sonido familiar de las notificaciones de Teams marcando el inicio de otro día de proyecto.
Pero algo en el ambiente se sentía distinto.

A las 9:30, el área de desarrollo ABAP era un hervidero.

Los teclados sonaban más rápido de lo habitual, las sillas se arrastraban con brusquedad, y la palabra “ticket” se repetía en cada conversación.

El Jira estaba en rojo.
No uno, ni dos, sino decenas de tickets abiertos en cuestión de horas:

  • Movimientos de WM que no reflejaban el stock real.

  • Reportes de MM con datos que parecían sacados del día anterior.

  • Pedidos que, según el sistema, seguían “en curso”… aunque en realidad ya estaban cerrados desde la tarde anterior.

La oficina olía a café recién hecho y a nervios.

En una de las mesas, Diego, un desarrollador ABAP con cinco años de experiencia, alzó la cabeza con gesto de incredulidad.

Tenía la depuración abierta y una línea de código parpadeando frente a sus ojos.

—“No entiendo nada,” dijo, con un tono entre frustrado y desconcierto. “He depurado tres veces y el SELECT devuelve valores antiguos… ¡como si el sistema no leyera las actualizaciones!”

A su lado, Marta, otra desarrolladora, giró su monitor para mostrarle su propia sesión.

—“A mí me pasa igual. Hago COMMIT WORK, luego SELECT, y el valor sigue siendo el anterior. Pero si salgo y vuelvo a entrar en la transacción, entonces aparece bien. ¿Ves? Como si el sistema recordara mal.”

Un silencio incómodo recorrió el grupo.

Era el tipo de error que no aparecía en dumps, ni en logs, ni en los correos de alerta del SolMan.

Era algo más sutil… y por eso mismo, más inquietante.

El responsable de desarrollo, desde su puesto, se giró hacia el equipo con el ceño fruncido.

Tenía ese tono de voz que se usa cuando el café se acaba y la paciencia también:

“¿Basis aplicó alguna nota o ajuste ayer?”

La pregunta quedó flotando en el aire, y varias cabezas se giraron hacia la esquina donde Clara acababa de sentarse, con su taza de té y la sensación de que esa mañana iba a ser larga.

Abrió el chat del equipo.
Vio la conversación llena de mensajes cruzados, capturas de pantallas, frases en mayúsculas y GIFs de desesperación.

Leyó la pregunta y frunció el ceño.

Sintió ese cosquilleo en la nuca que todo consultor Basis reconoce: la mezcla entre intuición y sospecha.

Abrió una sesión en producción.
ST22, limpia.
SM21, sin errores graves.
Pero algo en el comportamiento del sistema no le gustó.
Abrió ST02 y ST03N, revisó el tráfico de los servidores de aplicación… y ahí lo notó.

El sistema no estaba roto.
No estaba caído.
Pero algo no encajaba.

Clara lanzó un par de transacciones en paralelo, conectándose desde distintas instancias.

Lo que vio la hizo quedarse inmóvil durante unos segundos.
El mismo reporte, ejecutado desde servidores distintos, devolvía resultados diferentes.

Era como si el sistema tuviera dos realidades conviviendo al mismo tiempo.

El buffer.
El maldito buffer.

Abrió la configuración del perfil y revisó el parámetro que había modificado la tarde anterior.
Lo encontró enseguida:
una simple línea de texto, un valor cambiado por un ajuste menor… pero que controlaba la sincronización de caché entre las instancias del sistema.

En lenguaje no técnico:
Cada servidor estaba viendo una versión distinta del mundo.
Uno mostraba el pasado, otro el presente, y el resto algo intermedio.

Clara se recostó en la silla, respiró hondo, y se frotó la frente.

No había caídas, no había errores fatales, no había logs rojos.
Solo un parámetro, una línea de configuración perfectamente válida, que había convertido el sistema en un conjunto de espejos desincronizados.

Era un fallo elegante, silencioso… y terriblemente eficaz para sembrar el caos

Clara cerró los ojos un segundo y respiró hondo.
La causa no era un misterio arcano ni un fallo de infraestructura: era algo sutil, casi invisible, escondido a plena vista.
Abrió el archivo de parámetros y lo vio:

rdisp/bufrefmode = sendoff

Ese pequeño ajuste era la diferencia entre un sistema coherente y uno dividido en realidades paralelas.

El parámetro debía estar en sendoncommit para que, cada vez que una tabla con buffer activado se modificara, los cambios se propagaran de inmediato a todas las instancias.

En su estado actual, el sistema simplemente no avisaba.

Cada servidor de aplicación mantenía su propia versión de la verdad durante unos segundos —o incluso minutos— antes de refrescar.

Era como si SAP hubiera desarrollado una personalidad múltiple.

Uno de los usuarios veía el pedido ya actualizado.
Otro, en otro servidor, seguía viendo la versión vieja.
Y cuando ambos hablaban entre sí, juraban que el otro estaba equivocado.

No había corrupción de datos.
No había dump, ni logs rojos, ni pantallas de error.
Pero el desconcierto que generaba era absoluto:
los desarrolladores creían que era un bug en su código;
los usuarios, que el sistema estaba “poseído”;
y el jefe de proyecto, que alguien había tocado algo sin decirlo.

Clara sabía que había que actuar rápido, pero sin improvisar.
Abrió un canal de chat con el responsable de desarrollo y explicó la situación con calma:
—“No hay ningún bug. El sistema está mostrando información desincronizada entre instancias. Voy a reiniciar controladamente y limpiar los buffers.”

El equipo ABAP respondió con una mezcla de alivio y agotamiento.
Por fin, una explicación lógica.
Coordinaron un reinicio programado de unos minutos, justo entre dos picos de actividad.

Clara ajustó el parámetro al valor correcto, limpió los buffers de programa y tabla, revisó las conexiones activas y los locks pendientes.
Cada paso, anotado y documentado.
Ningún movimiento sin respaldo.

A las 12:05, la magia (o más bien, la lógica) volvió al sistema.

Los reportes de MM y WM volvían a cuadrar.
Los SELECT devolvían siempre el valor correcto.
Y el Jira, que por la mañana era un campo de batalla, comenzó a llenarse de tickets cerrados con comentarios aliviados:

“Probado de nuevo. Ahora sí funciona.”

Clara se reclinó en la silla, tomó un sorbo del té ya frío y sonrió con ese gesto que solo los Basis entienden:
la satisfacción silenciosa de haber derrotado un bug invisible con la elegancia de un solo parámetro.

Al final del día, en la reunión de retrospectiva, el ambiente era completamente distinto.
Los desarrolladores, antes tensos, ahora bromeaban entre ellos.

Clara explicó con serenidad:
—“No fue un bug, ni un error grave. Solo un parámetro fuera de lugar. En Basis, a veces basta con una línea mal configurada para que el sistema empiece a contar historias distintas según quién lo mire.”

Las risas rompieron la tensión acumulada.
Uno de los ABAPs levantó la mano y dijo:

—“Así que no eran nuestros SELECTs los que estaban mal… era SAP contándonos dos versiones de la misma verdad.”

Incluso el responsable técnico sonrió.
Y todos coincidieron en algo esencial:
los sistemas fallan, pero la comunicación los salva.

Si Clara no hubiera leído ese mensaje casual de “¿Basis aplicó algo anoche?”, probablemente habrían pasado horas o días buscando culpables entre líneas de código perfectas.

📚 Moralejas

En SAP, los errores no siempre llegan con un dump, un log rojo o una alerta en el Solution Manager.

A veces se deslizan entre los procesos como sombras silenciosas: una configuración mal escrita, un parámetro olvidado, un ajuste que parecía inofensivo y que de pronto altera el equilibrio de todo un ecosistema.

El verdadero terror no es ver caer un servidor ni perder una instancia.
Es ese momento en que todo parece funcionar… pero algo no encaja.
Los datos no cuadran, las lecturas cambian sin razón aparente, y cada equipo (ABAP, funcionales, Basis, usuarios) empieza a mirar al otro buscando culpables invisibles.

Es el tipo de miedo que no hace ruido, pero que se cuela en cada conversación, en cada ticket, en cada “¿probaste limpiar caché?”.

Porque cuando el sistema miente sin romperse, cuando muestra versiones distintas de la realidad, deja de ser solo un fallo técnico:
se convierte en una distorsión de confianza.

Y en ese punto, el mayor riesgo no está en la base de datos, sino en el equipo que empieza a dudar de sí mismo.

Nunca subestimes un parámetro.
Nunca des por sentado que algo “no puede ser por eso”.
En SAP, las líneas más pequeñas son las que sostienen los mundos más grandes.

Y sobre todo, nunca pierdas la calma.
Detrás de cada “error inexplicable”, detrás de cada sistema que parece actuar por voluntad propia, siempre hay una causa lógica esperando ser descubierta… y una lección valiosa para quien se atreve a mirar más allá del miedo.

Porque el verdadero trabajo de un consultor no es solo mantener el sistema en pie,
sino mantener la razón cuando todo lo demás parece perderla.

Y así termina el Episodio 7 de SAPOCALYPSIS NOW: “El Eco del Buffer”.

Una historia donde el miedo no vino de un dump, sino de algo mucho peor: un sistema que contaba dos verdades al mismo tiempo.

Gracias por acompañarme una vez más en este viaje al corazón oscuro de SAP,
donde los errores no siempre gritan… a veces solo susurran en los logs.

Espero que hayas disfrutado esta historia tanto como yo escribiéndola.
Recuerda: cada dos jueves a las 20:10, una nueva historia se despierta entre parámetros, mandantes y objetos Z con vida propia.

Hasta entonces, mantén tus buffers sincronizados, tus instancias vigiladas…

Y si alguna vez los datos empiezan a cambiar sin motivo,
mira al Basis más cercano y pregúntale con calma:

¿Tocaste algo anoche?

👋 ¡Nos vemos en el próximo episodio de SAPOCALYPSIS NOW!

¿Te ha gustado esta historia?
¿Quieres enviarme la tuya (real o ficticia)?
📩 Escríbeme a [email protected] y cuéntame tu propio susto en el sistema.

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