🧨SAPOcalypsis Now – Episodio 6

El almacén maldito

Era jueves por la tarde y Luis, consultor WM senior, cerraba la laptop con una sensación de alivio… pero también con esa inquietud que nunca lo abandonaba en los días previos a un Go-Live.
Las pruebas de picking habían terminado. Todo estaba documentado, revisado y firmado.
Los operarios habían hecho recorridos completos, desde la entrada de mercancía hasta la expedición final, y ninguno había levantado la voz para protestar.
Incluso el jefe de almacén, siempre con el gesto torcido y la ceja arqueada, había sonreído satisfecho:

—“Parece que esto funciona, Luis.”

Pero Luis sabía que en SAP WM, la sonrisa de un jefe de almacén era un arma de doble filo. Demasiadas veces había visto sistemas que parecían sólidos en pruebas y que en producción se convertían en trampas imposibles.

Durante semanas había vivido con los nervios a flor de piel.
La farmacéutica no era un cliente cualquiera: movían miles de cajas al día, con medicamentos críticos que no podían quedarse bloqueados ni un minuto. Si el flujo de almacén fallaba, la producción se detenía en cadena, los camiones se quedaban alineados en la puerta como buitres hambrientos… y las pérdidas corrían más rápido que cualquier proceso batch.

El Go-Live estaba a la vuelta de la esquina. El lunes, a primera hora, el almacén dejaría de depender de sus sistemas antiguos y se rendiría al nuevo SAP.
Luis se repetía a sí mismo como un mantra: “Nada puede salir mal. Lo hemos probado todo. Todos los escenarios. Todas las rutas. Hasta las excepciones.”

Y aun así, en el fondo de su estómago, había algo que no lo dejaba tranquilo.
Un nudo, un susurro que le recordaba que en proyectos de este calibre no existía el “todo probado”.
Siempre había un rincón oscuro, un dato maldito escondido en alguna tabla, una excepción que nadie había previsto.

Esa tarde, al salir del almacén, escuchó a los operarios reír en la cantina. Uno de ellos bromeó:
—“El lunes será divertido… a ver si el sistema me manda a buscar cajas a Marte.”
Las carcajadas estallaron, pero a Luis no le hizo gracia.
Miró por última vez el pasillo iluminado por la luz amarilla de las lámparas industriales, con las filas de palets perfectamente alineadas… y pensó que, en apenas tres días, toda esa calma podía convertirse en caos.

Cerró los ojos y respiró hondo.
El eco de sus propias palabras lo acompañó hasta el coche:
“Nada puede salir mal… nada puede salir mal…”
Aunque en el fondo sabía que esa frase, repetida tantas veces en su carrera, casi siempre había sido el presagio de algo peor.

El lunes amaneció con una extraña quietud.
El aire del almacén olía a polvo y a hierro, y el murmullo de los operarios tenía un tono diferente, casi contenido, como si todos intuyeran que ese día sería distinto.

A las 7:00, los primeros dispositivos RF comenzaron a parpadear.
Las órdenes de picking aparecieron en las pequeñas pantallas verdes, y los operarios, acostumbrados al antiguo sistema, se miraban entre ellos con resignación antes de lanzarse a los pasillos.

Uno de ellos, Javier, tomó su transpaleta y siguió la instrucción: “Pasillo 02, ubicación 15-08.”
El chirrido de las ruedas retumbó en el pasillo mientras giraba la esquina.
Pero lo que encontró lo dejó helado: un hueco vacío.
Ni un palet, ni una caja, nada.

Se rascó la cabeza, revisó el dispositivo, volvió a mirar la ubicación pintada en la pared.
El sistema estaba seguro: ahí debía haber material.
Pero sus ojos no mentían.

—“Aquí no hay nada…” —murmuró, con un nudo en la garganta.

No pasó mucho tiempo hasta que llegaron más llamadas por radio.
👉 Operarios en ubicaciones vacías.
👉 Palets “malditos” que el sistema juraba que existían pero habían desaparecido.
👉 Stocks negativos que parecían sacados de una pesadilla: el sistema decía que faltaba material que en realidad nunca había existido.

El caos comenzó a expandirse como un incendio.
Los pedidos se bloqueaban en la cola, los carretilleros discutían entre sí, y los camiones se acumulaban en la entrada, con los motores apagados y los conductores golpeando el volante con desesperación.

En la oficina, el jefe de logística bramaba por teléfono. Su voz atravesaba el cristal de la sala de control:
—“¡Estamos perdiendo mucho dinero! ¿Cómo demonios SAP no sabe dónde está el material?”

Luis, en un rincón de esa misma oficina, sentía cómo la sangre le abandonaba el rostro.
Él mismo había validado esas ubicaciones.
Él mismo había corrido por esos pasillos durante las pruebas.
Nada de eso podía estar mal.

Y, sin embargo, allí estaba.
El sistema, en el que había confiado cada noche de insomnio, ahora parecía reírse en su cara, mandando a los operarios a buscar lo invisible.

Luis apoyó la frente en la palma de su mano.
El sudor le corría por la espalda.
No entendía nada. Algo no cuadraba, y lo peor era que cada minuto de incertidumbre era dinero que ardía en la hoguera del proyecto.

La sala de juntas era un horno.
El aire acondicionado llevaba roto desde hacía días, pero el verdadero calor lo provocaba la tensión que se acumulaba en cada rincón.
El cliente golpeaba la mesa con el puño, una y otra vez, mientras los responsables de logística exigían explicaciones a gritos.

Todos los ojos se clavaban en Luis.
Él, rígido en su silla, repasaba mentalmente cada línea de customizing: estrategias de picking, reglas de búsqueda, secuencias de almacenamiento.
Todo estaba en orden.
Todo estaba probado.
No había fisuras… o al menos eso creía.

El murmullo se transformó en un silencio sofocante cuando, de repente, una voz temblorosa rompió la escena.
Uno de los becarios internos, sentado en la esquina más alejada de la mesa, levantó tímidamente la mano.

—“El viernes…” —balbuceó— “cargamos una tabla con un Excel. Era solo una actualización de ubicaciones dinámicas, nada crítico…”

Las palabras flotaron en el aire como un cuchillo que todos veían venir pero nadie quería atrapar.

Luis levantó la mirada, incrédulo.
Giró la cabeza lentamente hacia el joven, con el ceño fruncido, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

—“¿Qué Excel?” —su voz retumbó grave, cortando el silencio.
—“¿Qué ubicaciones?”

El interno tragó saliva, sus manos sudorosas se aferraban a un bolígrafo que ya casi se partía en dos.
—“El de la clasificación de ubicaciones para la estrategia dinámica… solo faltaban algunas… pensé que no pasaba nada.”

Un murmullo helado recorrió la sala.
Los responsables de logística se miraban entre ellos, palideciendo al entender la magnitud del error.

Luis apretó los puños.
Sintió la sangre hervir en sus venas.
Estaba en casa del cliente, rodeado de directivos, pero las palabras salieron de su boca como un látigo imposible de contener:

—“¿¡Pensaste que no pasaba nada!? Esa tabla define a dónde van los operarios. ¡Has dejado al sistema ciego!”

Un golpe seco resonó en la mesa.
El jefe de proyecto del cliente, con el rostro enrojecido, se removió incómodo en su asiento.
El silencio era tan denso que casi podía tocarse.

Luis sabía lo que eso significaba:
el error no estaba en SAP, no estaba en el customizing, no estaba en las pruebas.
Estaba en un Excel cargado a última hora sin validación.
Un movimiento tan pequeño como invisible, pero lo bastante letal como para hundir un Go-Live millonario.

La verdad salió a la luz como un mazazo en mitad de la reunión:
La tabla estaba incompleta.
Las ubicaciones dinámicas, aquellas que debían guiar a los operarios en su trabajo diario, habían sido corrompidas por el dichoso Excel.

SAP mandaba a los operarios a pasillos y estanterías que, en la práctica, ya no existían.
Un sistema diseñado para ser la brújula del almacén se había convertido en un mapa roto, que enviaba a los trabajadores directos al vacío.

El error no estaba en las pruebas.
Tampoco en el customizing original, que Luis había revisado línea por línea como un sacerdote frente a las escrituras sagradas.
El fallo se había colado de la peor manera posible: un cambio de última hora, cargado a escondidas, fuera de todo control.

Los pasillos del almacén empezaron a ser conocidos con un nombre nuevo, casi susurrado entre los operarios:
👉 “El almacén maldito.”

Cada vez que SAP les enviaba a una ubicación, el aire se llenaba de tensión.
Se miraban entre ellos con un gesto de duda, como si fueran exploradores en un bosque oscuro:
¿habría realmente un palet allí esperando?
¿O solo un hueco vacío que retrasaría aún más los pedidos, alimentando la furia de los jefes y la impaciencia de los camiones en la puerta?

Luis vivía atrapado en una pesadilla.
Apenas dormía: cada vez que cerraba los ojos, veía pasillos infinitos llenos de huecos vacíos.
El sonido del teléfono lo perseguía; cada llamada era un nuevo error, un nuevo informe de stock negativo, un nuevo operario desesperado.

Cada notificación que llegaba al móvil era un golpe directo a su reputación, y cada minuto perdido suponía miles de euros que se esfumaban en el aire.
La farmacéutica estaba sangrando dinero, y él sentía que el filo de la culpa se acercaba cada vez más a su cuello.

🛠️ La solución

Luis sabía que no podía esperar a que nadie más lo resolviera.
Si el sistema seguía enviando a los operarios a la nada, el proyecto entero moriría en cuestión de horas.

Desesperado, trazó un plan de emergencia:

1️⃣ Desactivó la estrategia dinámica, obligando al sistema a trabajar con ubicaciones fijas. Era como vendar los ojos a SAP para que dejara de inventar rutas imposibles.

2️⃣ Organizó un conteo exprés. Los operarios, agotados y enfadados, recorrieron pasillos enteros con linternas y scanners, verificando cada hueco, cada palet, cada sombra del almacén.

3️⃣ Cargó un inventario rápido en SAP. Un conteo ciego con ajuste inmediato. No había tiempo para debates: lo que estaba físicamente, quedaba. Lo que no, desaparecía del sistema.

4️⃣ Y lo más duro: reconstruyó desde cero la tabla de clasificación de ubicaciones. Esta vez, sin Excel traicioneros ni atajos.
Fila por fila.
Pasillo por pasillo.
Validando cada punto con los operarios como si fueran guardianes de un santuario.

Fue un trabajo maratoniano de muchas horas
El sudor y las ojeras se mezclaban con la tensión en el ambiente. Nadie hablaba de otra cosa: ¿sobreviviría el proyecto o se hundiría con la farmacéutica perdiendo millones cada día?

Al amanecer, cuando los primeros rayos de sol entraron por las ventanas del almacén, ocurrió lo impensable:
👉 Los pedidos fluyeron.
👉 Los camiones empezaron a cargar.
👉 El jefe de logística, con la voz ronca por tanto gritar, dejó escapar un suspiro de alivio.

El almacén maldito había sido purgado.
Pero en los pasillos, todavía hoy, algunos operarios cuentan que sienten un escalofrío cuando la RF les manda a una ubicación…
porque nunca saben si detrás de esa orden se esconde un hueco vacío esperando para volver a despertar.

El sistema se estabilizó, pero el miedo quedó.
Todavía hoy, los operarios bromean con un nerviosismo real:

—“A ver si hoy el sistema me manda otra vez al pasillo maldito…”

Luis lo recuerda como la semana más dura de su carrera.
No porque faltaran pruebas, sino porque un simple Excel, cargado sin control, convirtió un almacén perfectamente probado en una trampa mortal para la operativa.

📚 Moraleja

En WM, un pequeño cambio puede arruinar meses de trabajo.
No basta con probar: hay que proteger los datos maestros y controlar cada carga como si fuese quirúrgica.

Pero también hay otra lección que no está en ningún manual:
👉 Nunca hay que perder las formas.
Los proyectos son humanos, y en el calor del caos es fácil señalar culpables. Luis lo sintió en carne propia: la rabia no solucionaba nada, y el equipo necesitaba calma para salir del infierno.

El becario que levantó la mano en aquella reunión pudo parecer ingenuo o imprudente… pero en realidad fue valiente. Sin su confesión, todavía seguirían buscando fantasmas en el customizing, mientras los camiones seguían bloqueados en la puerta.

La verdad es que en SAP WM los errores ocurren, incluso con las mejores pruebas. Para eso existen las regresiones, para validar que los cambios no rompan lo ya probado, y para eso existe la disciplina de los datos maestros: porque un Excel puede ser más peligroso que cualquier user-exit.

Luis lo entendió: el verdadero horror no es el customizing…
Es ese archivo cargado en silencio un viernes por la tarde.

Y así termina el episodio 6 de SAPOCALYPSIS NOW: El almacén maldito.

Gracias por acompañarme en esta pesadilla logística donde los palets desaparecen, los operarios tiemblan y un simple Excel puede desatar el caos.

Espero que hayas disfrutado esta historia tanto como yo escribiéndola… y que la próxima vez que alguien te diga “tranquilo, es solo una actualización de ubicaciones” sientas un escalofrío recorriéndote la espalda.

Recuerda: cada 2 jueves a las 20:10, una nueva historia saldrá de las sombras del sistema.

Dejo por aquí el Audio-podcast de la historia:

Hasta entonces, mantén tus ubicaciones validadas, tus estrategias de picking bajo control…
Y si el RF te manda al pasillo equivocado, respira hondo: quizás estés entrando en otro almacén maldito.

👋 ¡Nos vemos en el próximo episodio!

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